Guía Turismo

   viernes 25 de abril del 2025. LXV La Legislatura de la Paridad, la Inclusión y la Diversidad.
:

Peyote

El peyote (Lophophora williamsii) es una especie de cactus norteamericano del género Lophophora. ​ Es endémica de los desiertos del norte de México y del sur de Estados Unidos de América.   

Es un cactus sin espinas que llega hasta los 20 cm de diámetro, es casi esférico y deprimido en el ápice, con el cuerpo en forma de botón, de color verde grisáceo azulado; las flores, de color rosa pálido, surgen del ápice entre marzo y mayo. Todas las especies del género Lophophora son de crecimiento extremadamente lento, a menudo tardan más de 30 años en alcanzar la edad adulta. (Fig. 2) 

Imagen 2: Espécimen de Lophophora williamsii en floración, cultivado en maceta. 

Fotografía original 

Está incluido en la Lista Roja de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) como una especie en estado vulnerable. En México está clasificada como una especie sujeta a protección especial. 

Su principio activo es el 3,4,5-trimetoxi-feniletilamina, la mescalina. La mescalina es un alcaloide natural (metabolito secundario de las plantas) con propiedades psicodélicas y alucinógenas. 

Los alcaloides son sustancias altamente distribuidas y producidas en la naturaleza, incluso pueden ser sintetizadas en un laboratorio, pero su producción es relativamente costosa. Ejemplos conocidos de alcaloides son la cocaína, la morfina, la atropina, la colchicina, la quinina, la cafeína o la nicotina.  

Esta planta ha sido de un gran uso y de un gran valor cultural desde tiempos antiguos, evidencia antropológica data de su uso en el sur de Texas y en algunos lugares de México de hasta 5700 años. Estudios mediante la prueba del carbono 14 mostraron restos de botones secos de peyote en la cueva número 5 de Shumla, en Rio Grande, Texas, que datan de entre los años 3780 y 3660 a.C. Estos botones contenían todavía un 2% de mescalina, convirtiéndolos en la muestra botánica psicoactiva más antigua jamás encontrada. 

Fray Bernardino de Sahagún, misionero de la época de la conquista, escribió en 1560 acerca de ciertos pueblos que usaban el peyote desde 1890 años antes de la llegada de los españoles en sus ceremonias y rituales. No hay registro de quienes empezaron a usar el peyote, pero se sugiere que fueron los Tarahumaras y los Chichimecas los primeros en descubrir las propiedades psicoactivas del peyote. Posteriormente, dicho conocimiento fue compartido con los toltecas, coras, huicholes, tepehuanos y mexicaneros, entre otros. 

El etnólogo Carl Lumholtz estima que en realidad el uso de peyote se remonta a más de tres mil años de antigüedad, ya que un símbolo utilizado por los tarahumaras en la ceremonia del peyote aparece en imágenes talladas en rituales preservadas en rocas volcánicas. 

En la actualidad el peyote sigue siendo considerado sagrado entre diferentes pueblos nativos de México como los wixarika (huicholes), nayeris (coras), o’dham (tepehuanos), raramuris (tarahumaras), yaquis, yoemes (mayos), purépechas, chichimecas; de la misma manera, en el sur de los Estados Unidos de América para alrededor de 40 tribus de indios norteamericanos y canadienses 

Hoy en día, la Iglesia Nativa Americana (NAC por sus siglas en inglés), de influencia cristiana, utiliza el peyote como sacramento y cuenta con unos 250 000 seguidores. A los miembros se les permite el uso del peyote bajo la Ley de Libertad Religiosa de los Indios Americanos. 

Dentro de la legislación mexicana, el cactus de peyote no está propiamente prohibido o regulado, ya que no se le incluye en ningún apartado de la Ley General de Salud. Sin embargo, el peyote está considerado como una planta amenazada, por lo que su recolección está prohibida, excepto en los casos de uso tradicional de los pueblos indígenas. 

La mescalina es una sustancia controlada por el Convenio de 1971 de Viena incluida en la Lista I, pero su regulación depende de la legislación de cada país. El gobierno mexicano fue uno de los países que, al adherirse al Convenio de 1971 y ratificarlo el 20 de febrero de 1975, formuló una reserva expresa con respecto a su aplicación, ya que existen en su territorio ciertos grupos étnicos indígenas que utilizan tradicionalmente plantas silvestres que contienen sustancias psicotrópicas, entre ellas, el peyote.  

El peyote es una planta consumida con muy poca frecuencia en la sociedad occidental. En los resultados de la Global Drug Survey del año 2017 ni siquiera aparece listada entre las 40 sustancias encuestadas. Debido a que es una especie protegida y de crecimiento lento, además que hay que ingerir bastantes botones para experimentar efectos psicoactivos, la prevalencia de consumo de peyote y mescalina es considerablemente baja en comparación con otras sustancias. 

¿Cómo actúa y qué efectos produce la mescalina en nuestro organismo? 

El peyote se puede consumir fresco o seco.  Fresco se ingiere directamente, se mastica y se traga, el inconveniente es que su sabor es muy amargo y puede resultar desagradable. También se puede ingerir en infusiones al ser secado y triturado en polvo o este mismo se puede mezclar con alguna bebida o tomarlo directamente. 

Una planta contiene aproximadamente entre un 0.4 y un 0.5% de mescalina si la planta es fresca y entre un 3 y 6% si la planta es seca. Una dosis ligera estaría en torno a los 100 gramos de peyote fresco o 20 gramos en seco. Una dosis moderada serían 150 gramos frescos o 30 secos. En contextos ceremoniales suelen ingerirse desde 30 hasta 150 gramos de peyote seco y pulverizado por persona. La cantidad en botones suele ser de cuatro a doce botones de peyote. 

 
La dosis activa de hidrocloruro de mescalina por vía oral se encuentra entre los 150 y los 700 miligramos. Las dosis habituales de mescalina se han calculado sobre los 3,75 mg de mescalina por kilogramo de peso corporal.  

  • Dosis umbral: 100 mg 
  • Dosis baja: 100-200 mg 
  • Dosis media: 200-300 mg 
  • Dosis alta: 300-500 mg 
  • Dosis muy alta: 500-700 mg 

Nota: es distinta la cantidad de planta fresca o seca consumida (g) a la cantidad de mescalina en el organismo (mg) 

Los efectos de la mescalina tardan cierto tiempo en manifestarse pudiéndose sentir sus efectos desde media hora hasta dos horas después de consumirse. La experiencia se prolonga posteriormente durante unas seis horas más antes de desvanecerse progresivamente, su duración total suele ser de alrededor de 10 a 14 horas. Los primeros síntomas son mareos, a veces acompañado de malestar, escalofríos y hasta náuseas. Sus efectos psicodélicos comienzan a presentarse después de dos horas de consumo, aproximadamente, induciendo así cambios profundos en la percepción, la consciencia y la cognición. Pueden aparecer visiones con los ojos abiertos y cerrados, incrementan las percepciones sensoriales (colores más brillantes, el sonido se percibe con mayor profundidad), según consumidores se pueden tener experiencias trascendentes y espirituales, así como cambios en la percepción del espacio, del tiempo y de la autoimagen. 

En la antigüedad, los pueblos que conocían el peyote lo usaban para distintos fines, entre los que destacan: tratamiento de heridas, picaduras de serpientes, contusiones, reumatismos, mareos, ansiedades, dolor de muelas, hemorragias, dolor de cabeza, tisis, fiebre, dolencias del pecho, enfermedades pulmonares en general. Además, se le atribuyen propiedades curativas en el tratamiento de diferentes condiciones mentales. 

El doctor Rodrigo Pérez Esparza, jefe del Laboratorio de Investigación en Adicciones del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía de la Universidad Autónoma de México, explicó que actualmente se están realizando diversas investigaciones a nivel mundial para estudiar las “plantas sagradas”. En sus palabras: “Las plantas y algunos otros agentes con propiedades psicodélicas son promisorios, pues han logrado aliviar los síntomas en horas y generados cambios benéficos a nivel neuronal de manera duradera. Sin embargo, aún falta mucha investigación al respecto”.  

¿Qué riesgos y consecuencias tiene el consumo de peyote y mescalina? 

No se tienen informes ni registros científicos de que la mescalina ni el peyote tengan potencial adictivo y, de hecho, algunas comunidades de la Iglesia Nativa Americana utilizan el peyote para tratar problemas de adicción al alcohol y otras sustancias. 

Debido a la posibilidad de que se produzcan experiencias intensas que generen ansiedad, las personas con historial de enfermedades cardiovasculares, en particular aquellas que están tomando medicación para controlar estas patologías y que tienen la actividad física reducida por indicación médica, deberían abstenerse de utilizar el peyote. 

El peyote tiene efectos ligeramente estimulantes, por lo que no debería ser combinado con otras sustancias estimulantes. 

Como con cualquier sustancia psicodélica, resulta extremadamente importante tener en cuenta tres factores a la hora de reducir los riesgos asociados a su uso: la dosis, el estado mental previo y el contexto en el que se utiliza. Por ello, resulta importante planificar adecuadamente la forma en la que se va a utilizar el peyote. 

En cuanto a la dosis, es importante saber que los efectos de la mescalina y el peyote pueden tardar hasta dos horas en aparecer, por lo que se podría caer en el error de creer que la dosis era insuficiente, redosificarse y tomar una dosis demasiado alta. Es importante calcular la dosis de antemano y esperar un tiempo prudencial suficiente antes de decidir aumentar la dosis. 

Como con cualquier psicodélico clásico, los efectos de la mescalina y el peyote dependen en gran medida del estado mental de la persona que lo toma. Por lo tanto, hay que ser prudente a la hora de usar el peyote en situaciones de estrés, depresión, preocupaciones o dificultades vitales. Personas con antecedentes de condiciones psiquiátricas como trastornos psicóticos, trastorno bipolar, ideas de suicidio y otros deberían abstenerse de utilizar la mescalina si no es en un contexto clínico, pues existe el riesgo de un aumento de los síntomas y de una descompensación. 

Estudios realizados en población nativa americana y miembros de las iglesias peyoteras han evaluado el rendimiento cognitivo y el estado psicológico de personas que habían consumido peyote durante años en estos contextos. Los resultados indican que no hay evidencia de déficits psicológicos ni cognitivos entre estas personas que han usado el peyote en la Iglesia Nativa Americana durante largo tiempo. Estos resultados, si bien interesantes, no pueden ser extrapolados a otros contextos y formas de uso. 

El peyote y la mescalina fueron las primeras sustancias psicodélicas a las que los occidentales tuvieron acceso y, por ello, son probablemente las sustancias que mayor presencia han tenido en la literatura occidental. La mescalina fue la primera sustancia psicodélica sintetizada en forma pura. Aldous Huxley escribió acerca de ella en 1954 y popularizó sus efectos en Las puertas de la percepción. Los libros de Carlos Castaneda también popularizaron el interés en el peyote. La mescalina fue la primera sustancia psicodélica que suscitó el interés de los científicos y, aunque se ha estudiado por años, aun no tiene usos terapéuticos aceptados bajo el riguroso método científico. No obstante, se tiene registro de los usos y efectos de la mescalina y el peyote dentro del contexto religioso, tradicional y sociocultural en los que se ha desarrollado y popularizado. 

El peyote es una planta amenazada en su hábitat natural debido a su extracción y a que es un organismo de muy lento crecimiento, hoy en día existen centros académicos y científicos que han desarrollado programas de conservación al reproducirla in vitro en laboratorios especializados, además de que es una planta muy apreciada entre los coleccionistas y aficionados de las plantas.  

Fuentes: 

Abuso de sustancias. (s/f). Paho.org. Recuperado el 18 de septiembre de 2023, de https://www.paho.org/es/temas/abuso-sustancias 

Health Officers Council of British Columbia (HOC) (2011). Public Health Perspectives for Regulating Psychoactive Substances. Victoria, BC: HOC. 

Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías. Informe anual 2012: el problema de la drogodependencia en Europa. Luxemburgo: Oficina de Publicaciones de la Unión Europea 2012. Disponible en: http:// www.emcdda.europa.eu/attachements.cfm/ att_190854_ES_T 

[1] Dorland W. Diccionario enciclopédico ilustrado de medicina. 8ª ed. Madrid: Interamericana, 1985.  

[2] Rosenbaum CD, Carreiro SP, Babu KM. Here today, gone tomorrow… and back again? A review of herbal marijuana alternatives (K2, Spice), synthetic cathinones (bath salts), kratom, Salvia divinorum, methoxetamine, and piperazines. J Med Toxicol 2012; 8: 15-32. 

[3] Lambert DM, Fowler CJ (2005). «The endocannabinoid system: drug targets, lead compounds, and potential therapeutic applications». J. Med. Chem. 48 (16): 5059-87 

Mechoulan R. The pharmacohistory of Cannabis sativa. En R. Mechoulaned. Cannabinoids as therapeutic agents, Boca Raton, CRCPress .1986. 

Schultes, Richard Evans; Hofmann, Albert (2000) [1979], Plantas de los Dioses: Orígenes del uso de los alucinógenos (segunda edición), México D. F.: Fondo de Cultura Económica, p. 144-155, ISBN978-968-16-6303-2, consultado el 28 de abril de 2017. 

Cannabis

Cannabis sativa, normalmente se trata de una planta de hasta casi 6 metros de altura. Presenta hojas impares que parten de un mismo tallo, independientes entre sí, de forma fina y alargada con bordes dentados. Su principio activo es el delta 9 tetrahidrocannabinol (THC) presente en hojas, tallos y semillas de la planta, aunque contiene otros cannabinoides como el delta 8 tatrahidrocannabinol, que es el segundo principio activo, el cannabidiol (CBD), otro componente del cannabis bloquea el efecto del THC en el sistema nervioso. 

El delta 9 tetrahidrocannabinol, ingrediente psicoactivo de Cannabis sativa, es un cannabinoide, definido como un “compuesto orgánico perteneciente al grupo de los terpenofenoles, que se une a los receptores cannabinoides en el organismo humano”. [3] Sin embargo, es importante aclarar, para evitar confusiones, que hasta el momento se han identificado 113 cannabinoides que se producen de manera natural en una planta, Cannabis sativa,  pues existen los cannabinoides endógenos, producidos por organismos animales y por el cuerpo humano;  y los cannabinoides sintéticos, generados en laboratorio. 

Existe una sola especie del género Cannabis: Cannabis sativa, aunque comúnmente se habla de otras dos: índica y ruderalis. Estas en realidad son subespecies, pero cada una tiene características particulares que las diferencia; sin embargo, al ser en realidad una misma especie pueden cruzarse sin problemas, lo que ha dado lugar a innumerables híbridos con mayor o menor proporción en su genética de una u otra, además, de tener una mayor o menor concentración de THC.  Las dos variedades más escogidas son la sativa y la índica, dado que la ruderalis es baja en THC. 

Los porcentajes de sustancias psicoativas contenidos en las plantas psicoactivas son variables en las distintas cepas y dentro de una misma cepa, dependiendo de las condiciones de cultivo, pudiendo ir desde porcentajes bajos hasta los que superan el 25% de THC. Aquellas que, por normatividad internacional, tienen menos del 1% de THC no se consideran psicoactivas y son conocidas como cáñamo. 

En el mercado podemos encontrar preparados con distintas proporciones de THC: 

  • Marihuana: obtenida de la trituración de flores, hojas y tallos secos. 
  • Hachís: elaborado a partir de la resina almacenada en las flores de la planta hembra. 
  • Aceite de hachís: resina de hachís disuelta y concentrada. 

Estos preparados se consumen con mayor frecuencia fumados en cigarrillos y en menor frecuencia en pipas o se ingiere directamente. Al consumirse fumado, sus efectos pueden sentirse casi inmediatamente y duran entre dos y tres horas. Por vía oral la absorción es más lenta y sus efectos aparecen entre la media hora y las dos horas, pudiendo durar hasta 6 horas. 

El THC es una sustancia muy soluble en grasa y llega rápidamente al cerebro, en donde se acumula y del que se elimina muy lentamente, es por ello por lo que su preparación en comestibles, empleando el uso de la mantequilla y otras grasas vegetales se ha vuelto muy popular, 

El THC tiene una vida media aproximada de una semana, lo que significa que una semana después de consumirlo, el organismo no ha conseguido eliminar más que el 50%. Aunque una persona solo consuma los fines de semana, no habrá tiempo suficiente para que se elimine completamente y se irá acumulando en su cerebro, produciendo varios de sus efectos. 

Los cannabinoides con efecto psicoactivo son el THC, el cannabinol (CBD) y el delta-8-THC, siendo el THC el más potente y abundante. La psicoactividad es el efecto buscado para el uso adulto o recreativo. 

Otros cannabinoides, como el cannabidiol (CBD), el cannabigerol (CBG) y la tetrahidrocannabivarina (THCV) son psicotrópicos, es decir que tienen afinidad por el sistema nervioso central donde ejercen sus acciones, pero no son psicoactivos, o sea que no producen “viaje”. Es más, el CBD antagoniza los efectos psicotomiméticos (alteraciones sensoriales) del THC. 

¿Cómo actúa y qué efectos produce el cannabis en nuestro organismo? 

El THC se absorbe fácilmente por el tubo digestivo y los pulmones, es metabolizado principalmente por el sistema microsomal hepático, parte de este se elimina por la orina, mientras que la mayoría se elimina por las heces a través de la bilis.  

El sistema cannabinoide endógeno es un sistema propio de nuestro organismo que realiza funciones relacionadas con el comportamiento, el aprendizaje, la gratificación, la ingesta de comida, el dolor y las emociones, entre otros. 

Cuando se consume cannabis se activa este sistema endógeno de forma externa y artificial y se alteran muchas de las funciones que desarrolla. A dosis pequeñas el efecto es placentero, mientras que a dosis altas puede producir cuadros de gran ansiedad. 

Inmediatamente tras el consumo se produce lo que se llama “borrachera cannábica”, con sequedad de boca, enrojecimiento ocular, descoordinación de movimientos, risa incontrolada y alegría desmedida, somnolencia, relajación, sensación de lentitud en el paso del tiempo y empeoramiento del tiempo de reacción, desinhibición, aumento del ritmo cardiaco y la tensión arterial, dificultades para pensar y solucionar problemas; alteración de la memoria, de la atención, de la percepción y de la concentración. 

La marihuana se difunde a mediados del siglo XIX como estimulante del apetito, sedante, analgésico, antiparasitario, antidiarreico, broncodilatador, lactogénico y antimigrañoso. Actualmente el potencial terapéutico del cannabis ha sido revisado ampliamente en numerosas publicaciones científicas para su uso terapéutico.  Su uso es recomendado para el tratamiento de las náuseas y vómitos ocasionados por la quimioterapia, el glaucoma, el asma, las convulsiones, la ansiedad, la pérdida de apetito en Sida y cáncer terminal y el tratamiento del dolor neuropático en la esclerosis múltiple y en otros padecimientos. 

¿Qué riesgos y consecuencias tiene el consumo del cannabis? 

El consumo habitual provoca una serie de daños orgánicos y psicológicos: 

Al fumarse sin filtro, el humo en los pulmones favorece enfermedades como la bronquitis crónica, el enfisema pulmonar o el cáncer de pulmón. Además, su efecto broncodilatador potencia la absorción de sustancias tóxicas. 

Las personas con hipertensión o insuficiencia cardiaca pueden sufrir un empeoramiento de su sintomatología pues el cannabis altera el sistema cardiocirculatorio, provocando taquicardia. 

Existen datos que indican que podría haber un aumento de la incidencia de trastornos emocionales (ansiedad, depresión), trastornos mentales (psicosis) y trastornos de personalidad por el consumo crónico de esta sustancia. 

A nivel psicológico podrían verse dañados los procesos de aprendizaje dado que provoca dificultades para estudiar, al disminuir las funciones de atención, concentración, abstracción y memoria. Entre los jóvenes esto representa bajo rendimiento académico y el abandono prematuro de los estudios. Puede causar reacciones agudas de ansiedad y, en personas con predisposición a padecer trastornos mentales, puede provocar la aparición de estos trastornos o agravar los que ya se padecen. 

El cannabis actúa sobre el sistema de gratificación y recompensa cerebral de la misma forma que lo hacen otras drogas, a través del estímulo de la liberación de dopamina. Por eso, el consumo continuado de cannabis produce adicción. La adicción aparece entre el 7 y el 10 % de las personas que lo han probado y en uno de cada tres de los que lo consumen habitualmente. 

Hay algunos síntomas que pueden hacer sospechar la existencia de un trastorno por dependencia del cannabis: abandono de núcleos sociales no consumidores, desinterés en actividades que no sean relacionadas al consumo del cannabis, uso compulsivo del cannabis, problemas de rendimiento laboral o escolar, irritabilidad, agresividad, inquietud, nerviosismo, disminución del apetito y dificultades para dormir, entre otros. 

La ingestión del cannabis junto con otras sustancias, como por ejemplo el alcohol, pueden alterar de distinta manera la química en el organismo teniendo como consecuencia distintos niveles de intoxicación, presentando así alguna otra sintomatología u otras afectaciones al organismo además de los ya mencionados.  

Si bien, el cannabis es un producto natural no quiere decir que sea innocuo, como ya lo vimos, su uso puede provocar distintas alteraciones en el organismo; sin embargo, estas alteraciones se pueden emplear desde un enfoque terapéutico siempre que se realicen de forma controlada y supervisada por especialistas. 

El THC es el cannabinoide que genera las mayores polémicas en torno a la legalización del Cannabis por algunos de sus efectos que actúan a nivel orgánico, emocional, mental, psicológico y cognitivo. Sin embargo, esto no impide el que se deba reconocer efectos terapéuticos muy importantes, tanto por los compuestos psicoactivos como los psicotrópicos. Más aún, algunos efectos causantes de preocupación que efectivamente pueden generar complicaciones en el desempeño y estado de ánimo también pueden ofrecer beneficios terapéuticos dependiendo de cómo se usen. 

La ventana terapéutica (rango entre la dosis efectiva y la aparición de efectos secundarios) del THC no es tan amplia como en el CBD, pero manejándose con precaución y dosificando en aumentos lentamente progresivos, debido al desarrollo de tolerancia, puede reducir la incidencia de efectos incómodos para los pacientes de uso medicinal. 

Fuentes: 

Abuso de sustancias. (s/f). Paho.org. Recuperado el 18 de septiembre de 2023, de https://www.paho.org/es/temas/abuso-sustancias 

Health Officers Council of British Columbia (HOC) (2011). Public Health Perspectives for Regulating Psychoactive Substances. Victoria, BC: HOC. 

Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías. Informe anual 2012: el problema de la drogodependencia en Europa. Luxemburgo: Oficina de Publicaciones de la Unión Europea 2012. Disponible en: http:// www.emcdda.europa.eu/attachements.cfm/ att_190854_ES_T 

[1] Dorland W. Diccionario enciclopédico ilustrado de medicina. 8ª ed. Madrid: Interamericana, 1985.  

[2] Rosenbaum CD, Carreiro SP, Babu KM. Here today, gone tomorrow… and back again? A review of herbal marijuana alternatives (K2, Spice), synthetic cathinones (bath salts), kratom, Salvia divinorum, methoxetamine, and piperazines. J Med Toxicol 2012; 8: 15-32. 

[3] Lambert DM, Fowler CJ (2005). «The endocannabinoid system: drug targets, lead compounds, and potential therapeutic applications». J. Med. Chem. 48 (16): 5059-87 

Mechoulan R. The pharmacohistory of Cannabis sativa. En R. Mechoulaned. Cannabinoids as therapeutic agents, Boca Raton, CRCPress .1986. 

Principales organismos con sustancias psicoactivas y psicotrópicas

Por Juan de Dios Villeda  

Desde la antigüedad se ha buscado alterar los distintos estados de conciencia con fines terapéuticos, religiosos o lúdicos, consumiendo diversos organismos que contienen sustancias psicoactivas o psicotrópicas que inducen a alucinaciones y distorsionan la percepción. De una manera muy general, una sustancia psicoactiva modifica el funcionamiento de la mente, puede alterar las sensaciones como el dolor y el placer, el estado de ánimo, la conciencia, la capacidad de pensar y la creatividad, el estado de alerta y otras funciones psicocognitivas. 

Por otro lado, una sustancia psicotrópica provoca efectos neurológicos, psicológicos y fisiológicos debido a su capacidad de modificar la acción de los neurotransmisores en el cerebro. La diferencia entre estas dos sustancias es que la primera afecta la mente o los procesos que ocurren en ella y la segunda ejerce sus efectos principales en el sistema nervioso central (SNC)  

¿Pero, por qué existen organismos que pueden producir este tipo de sustancias? La respuesta puede ser tan simple o compleja como pueda parecerlo: evolución. La teoría evolutiva de la selección natural desarrollada por Charles Darwin y Alfred Russel Wallace plantea que cuando los organismos se reproducen, la descendencia hereda ciertos atributos o características de sus progenitores que varían al azar entre los individuos de esa nueva camada (esto incluye cualquier tipo de característica: anatómica, metabólica, comportamental, etc.). Si cierto atributo heredado les proporciona alguna ventaja en el contexto en el que se desarrollan, entonces esos individuos tienen más oportunidades de sobrevivir y de reproducirse que aquellos que no lo presentan, y transmiten a su descendencia esa característica que los hizo más aptos en ese contexto particular. 

Visto desde un enfoque de clasificación taxonómica, principalmente, se han utilizado organismos del reino Plantae y del reino Fungi para la obtención de sustancias psicoactivas y psicotrópicas. Estas sustancias generadas en la naturaleza están clasificadas dentro de un gran grupo llamado “metabolitos secundarios” que, a diferencia de los metabolitos primarios, son compuestos químicos sintetizados por plantas y hongos que cumplen con funciones no esenciales en ellos. Ejemplo de estos metabolitos secundarios, que a su vez actúan como sustancias psicoactivas y psicotrópicas (en estos casos específicos) tenemos el tetrahidrocannabinol (THC) en el cannabis, la trimetoxifeniletilamina (mescalina) en el peyote (Lophophora williamsii), las triptaminas en el género de psilocybes (hongos). La principal función de estas sustancias en los organismos que la producen es la de defenderse ante predadores y así evitar que sean consumidos por estos para que la especie siga perpetuándose. 

Se cree que el hallazgo de la capacidad alucinógena de algunos organismos haya sido casual cuando el hombre primitivo descubría accidentalmente, al ingerir estas en busca de alimentos, el efecto perturbador que le provocaban al distorsionar la visión y la mente.  

La psicoactividad es el efecto buscado para el uso “adulto” o recreativo, ha demostrado ser de una notable importancia antropológica, pues la búsqueda de estados alterados de conciencia se puede rastrear en todas las épocas y culturas, siendo el uso tradicional el más aceptado al tratarse de una actividad terapéutica y ancestral. Sin embargo, estas plantas y hongos se han utilizado a lo largo de la historia en distintas culturas en rituales religiosos y ceremoniales, en rituales que tengan que ver con magia, brujería y hechicería y, en tiempos modernos, la tendencia nos lleva a su uso lúdico entre sociedades y culturas. Muchas de estas sustancias son legales o bien presentan una regulación limitada y no uniforme en varios países. Algunas pueden suponer implicaciones y problemáticas en materia social, en materia de salud y seguridad pública e incluso impacta en el sector económico en sus lugares originarios de consumo. Están prohibidas en algunos países y en otros, aun siendo ilegales, se permite su consumo en las ceremonias religiosas debido a su uso tradicional. 

Por otro lado, las sustancias psicotrópicas contenidas en esos mismos organismos (hongos y plantas mencionados) que, a su vez, contienen sustancias psicoactivas pueden aplicarse en la medicina moderna para la elaboración de  psicofármacos, los cuales “modifican tanto las funciones psíquicas como los estados mentales, y son utilizados fundamentalmente para el tratamiento de trastornos mentales como las psicosis, los trastornos de ansiedad, los trastornos depresivos, el síndrome de déficit de atención e hiperactividad, la enfermedad bipolar entre otros”. [1] 

La planta más representativa de este grupo de organismos que contienen sustancias psicoactivas y psicotrópicas es el cannabis, que desde hace décadas figura como la droga más consumida a nivel mundial, por otro lado, el consumo de otras plantas y hongos alucinógenos ha tenido un repunte al popularizar el conocimiento de su existencia, como de sus formas de consumo y, sobre todo, de su disponibilidad online. No obstante, “algunos de estos productos están recibiendo cierta atención por los investigadores para el tratamiento de determinados trastornos psiquiátricos (síndrome de estrés postraumático, trastornos psicóticos rebeldes a tratamiento, etc), dolor oncológico o crónico, cáncer terminal o procesos de deshabituación a drogas clásicas. Por el momento, los estudios existentes no aportan la suficiente evidencia para su utilización en estas patologías.” [2] 

Fuentes: 

Abuso de sustancias. (s/f). Paho.org. Recuperado el 18 de septiembre de 2023, de https://www.paho.org/es/temas/abuso-sustancias 

Health Officers Council of British Columbia (HOC) (2011). Public Health Perspectives for Regulating Psychoactive Substances. Victoria, BC: HOC. 

Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías. Informe anual 2012: el problema de la drogodependencia en Europa. Luxemburgo: Oficina de Publicaciones de la Unión Europea 2012. Disponible en: http:// www.emcdda.europa.eu/attachements.cfm/ att_190854_ES_T 

[1] Dorland W. Diccionario enciclopédico ilustrado de medicina. 8ª ed. Madrid: Interamericana, 1985.  

[2] Rosenbaum CD, Carreiro SP, Babu KM. Here today, gone tomorrow… and back again? A review of herbal marijuana alternatives (K2, Spice), synthetic cathinones (bath salts), kratom, Salvia divinorum, methoxetamine, and piperazines. J Med Toxicol 2012; 8: 15-32.